Como sacada de una obra surrealista es la estadía de Marcel Duchamp en Buenos Aires, quien se sitúo en microcentro entre los años 1918 y 1919 consagrando una especie de autoexilio, en donde al desencantarse de la falta de cánones culturales porteños y el exceso del copy paste europeo se dedicó a jugar ajedrez.
Aunque a principios de su estadía en la ciudad intentó organizar una exposición cubista fracasó... “Buenos aires no existe”, -anota Duchamp en una carta dirigida a Ettie Stettheimer fechada a fines de 1918- “No es nada más que una gran población provinciana con gente muy rica sin pizca de gusto, que todo lo compra en Europa, hasta las piedras de sus casas. No hay nada hecho aquí”.
Es así que durante más de ocho meses, su cabeza se obsesionó con estrategias de Ajedrez -¿a falta de la cuota estética?- no, no era un jugador sobresaliente y hasta un ajedrecista promedio le ganaba una partida.
Sí, Buenos Aires no existe, y Duchamp sin La fuente tampoco.
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