La abyección eso que amenaza y pone a prueba los límites de un sistema, de una identidad; “un terror que disimula, un odio que sonríe, una pasión por un cuerpo cuando lo comercia en lugar de abrazarlo, un deudor que estafa, un amigo que nos clava un puñal por la espalda” (Kristeva, 2004, p.8), un fenómeno ambiguo que recrea varias sensaciones en simultaneidad en el sujeto, como repudio, asco, atracción o fascinación. Cada experimentación del sujeto frente a ese algo abyecto no sólo lo conduce a rechazar y desconocer, sino que a su vez lo confronta y conduce a delinear los límites de su identidad, proyectándola como superior al fenómeno abyecto vivido.
Dichas sensaciones que configuran lo abyecto enmarcan límites invisibles entre lo que es el sujeto y lo que no, es decir límites de identidad. Pues se externalizan dichas abyecciones, que constantemente están presentes en su cotidianidad como la secreción de flujos. Sin embargo, al haber un reconocimiento de la misma en el otro éstas se presentan como fenómenos desagradables e impropios de sí mismo.
Primer amor es un relato breve escrito por Samuel Beckett en 1946 y publicado en 1970, que evoca un sinnúmero de sensaciones en simultaneidad en el lector, pues lo confronta presentándole la realidad tal como es, por medio de la secuencia de diferentes rasgos de la abyección, partiendo de los más básicos hasta dimensiones más complejas que están ligadas a la identificación de los limites entre la vida y muerte.
El punto de partida de Beckett al momento de escribir el cuento, que va más allá de la narración de una trivial historia de amor (que en lo más mínimo le interesa) es narrar desde lo explicito dando cuenta que a pesar de los esfuerzos, acciones y desenvolvimiento del sujeto, lo más sensato que puede hacer es aceptar su decadencia mortal, esperarla y reírse de ella, pues “reír es una manera de situar o de desplazar la abyección” (Kristeva, 2004, p. 16). Es decir, Ese elemento que escuda al sujeto brindándole la doble oportunidad de situar, desplazar y autoreconocer su propia abyección que está presente en el transcurso de su inútil existencia.
Ese elemento de risa, que en este caso Beckett usa como reconocimiento de lo abyecto, no es más que la aceptación de la desgracia y aceptación de la decadencia propia y su cuerpo que igual que al de los demás está en declive hacia la muerte, pues como el mismo personaje lo dice “Los vivos se lavan en vano, en vano se perfuman, apestan. No cabe duda, si de elegir un lugar se trata, digo, si he de salir de todos modos, denme mis panteones y ustedes quédense, sí con sus parques públicos y bellos panoramas”. (p.7). Más allá de cualquier sentimiento que experimente o situación en la que se encuentre el sujeto, siempre habrá un lugar común en donde su existencia está destinada a llegar, no quedando otra manera de afrontarlo, que reconociéndolo y esperándolo con resignación o por qué no con risa.
BIBLIOGRAFÍA
Beckett, S. (2003). Relatos. Madrid, España: Tusquets editores.
Ben-Zvi, L. (2013). Beckett y la teoría del asco. Beckettiana, (12), 9-16.
Ben-Zvi, L. (2013). Debates sobre el asco. Beckettiana, (12), 17-24.
Kristeva, J. (2004). Poderes de la perversión. Buenos Aires, Argentina: Siglo veintiuno editores.