Desde el siglo IX los copistas empezaron a transcribir el sonido de la eñe de tres formas diferentes Nn-Gn-Ni
Estas formas aparecían de forma indiscriminada en un mismo texto. Sin embargo, fueron los escribas que optaban por usar la doble ene (o ene geminada) quienes empezaron a abreviar esta forma, dejando una sola ene y poniendo una vírgula encima (el sombrerito tan característico de la ñ).
En el siglo XIII, la reforma ortográfica del rey Alfonso X el Sabio, que buscaba establecer las primeras normas del castellano, se decantó por la ñ como la opción preferente para reproducir ese sonido y oficialmente durante el siglo XIV Antonio de Nebrija la incluyó en la gramática de 1492 que fue la primera del Castellano.